“Vives solo… tienes todo el espacio libre… no te importa si comes demasiado y alguien te encontrará gordo, Don Juan!!!”
Así se burlan de mí las mujeres, pobrecito, en esta hora negra, encerrado entre cuatro paredes por culpa de ese maldito virus Covid-19. Lejos de ciertas miradas traviesas, abrazos sorprendentes y besos deslumbrantes: cuánto me doy cuenta, ahora, de que para mí no hay dolor peor, que pensé que podría resistir por mucho tiempo y serenamente.
Quién sabe cómo sufriría Don Juan, el verdadero. Me lo imagino frente al espejo, con barba de dos días, alisándose el pelo cada vez más ralo, maldiciendo chats, e-mails y todo el circo de las redes sociales porque nunca valdrán ni una pizca de sonrisa amablemente regalada por la mujer desconocida salida del supermercado. Qué horrible tortura, no tanto encontrarte viejo y solo, sino casi difícil recordar ese conjunto de pequeños momentos suspendidos que preceden al amor, que es olvidar el mismo deseo día tras día, perder el sabor de algo maravilloso, lo que todavía probado antes de juntar los labios y luego juntarlos.
Quién sabe si Don Juan, el verdadero, alguna vez imaginó así el Infierno y su castigo eterno, y por eso vaciló, tal vez pensó en arrepentirse, antes de decidirse a permanecer fiel a sí mismo, verdadero amante de las mujeres (de cada una, no una simple lista). Yo, por mi cuenta, ya me hubiera arrepentido de estar en este infierno, forzado a una zona de confort de la que, si pudiera, no tengo idea si hubiera escapado… Lo único que sé es que ahora mismo tengo suerte, tengo todo lo que necesito para sobrevivir, y mis seres queridos y amigos están sanos y salvos; pero sin una cercanía, una presencia femenina, sé que no soy nada y que mi suerte vale muy poco.
Creo que después de la crisis sonreiré más a menudo, a todos. ¡No puedo esperarlo!
Mientras tanto, gloria a los que resisten con dignidad “et gloire à Don Juan, d’avoir un jour souri / a celle à qui les autres n’attachaient aucun prix!” [¡y gloria a don Juan, por haber sonreído una vez a la mujer a quien los demás no valoraban! (George Brassens, Don Juan)]